jueves, 4 de junio de 2009

Dolores

Parece ahora premonitorio, la abuela y tú, os llamáis Dolores. Ahora que te veo postrada en la blanca cama del hospital, siento que el dolor no se fue cuando murió la abuela sólo estaba agazapado todo este tiempo para dar un nuevo zarpazo. Dolores que te han dejado huerfana sin la devota visita a tú Virgen del Rocío - a ella nos encomendamos también nosotros.
¿Por qué se tiene que repetir la historia?
Han pasado tantos años que casi habíamos olvidado esas escenas, nuestra razón se agarraba a la esperanza de los últimos avances científicos y médicos, nuestro corazón enarbolaba la bandera de la ilusión. Desde el primer día que te vi en ese estado todos los fantasmas del dolor y de la agonía se presentaron ante mí.
¿Por qué se tiene que repetir la historia?
No, no pienses que vamos a arrojar ninguna toalla. Te prometo que todos juntos vamos a hacerle frente. Aunque siempre has sido una mujer luchadora, independiente y autosificiente, en esta batalla no queremos dejarte sola. Te lo has ganado durante mucho tiempo conquistando nuestros corazones.
Ahora no es tiempo de recordar absurdas situaciones provocadas por malos entendidos. No vamos a soportar ni la más mínima grieta en el muro de fe que estamos construyendo. No vamos a soportar la más pequeña debilidad en nuestros semblantes.
¿Y sabes por qué?
Por que tu nos lo enseñaste: hay que vivir la vida hasta el final, bueno, seguro que así, más o menos a tu manera.
Permíteme que derrame aquí mis lágrimas y que no lo haga delante tuya. Permítime que te diga aquí lo mucho que quiero por todas las veces que he pensado decírtelo y no lo he hecho. Permíteme que te de un beso y que te cuide hasta tu último aliento.
Y recuerda que morir sin perecer es estar presente eternamente. Así pervivirá en nuestros corazones y almas, y así enseñaremos ese recuerdo a nuestros descendientes.