viernes, 20 de noviembre de 2009

Sobre la Felicidad (con mayúsculas)

Escribía que son felices aquellos que nada esperan, porque nunca serán defraudados, entroncando con la famosa frase de Sastre: "Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino en querer lo que uno hace". En principio, cualquier estoico o existencialista no pondría demasiados reparos para elevarlo a categoría universal de verdad absoluta del pensamiento. Sin embargo, cuánto más la pienso, me cuesta mucho trabajo corroborar este punto. Y si no, hagámonos esta pregunta: ¿podemos ser felices sólo por cerrar los ojos a todos los estímulos?.
Si respondemos afirmativamente, estamos dando por supuesto que existen estímulos, ya sean físicos o psíquicos, interiores o exteriores, que desechamos voluntariamente, luego negamos una parte de nosotros, en consecuencia, no podemos ser felices sin vivir la totalidad de nuestro yo.
Por el contrario, al negar la respuesta, aceptamos que los estímulos nos provocan sensaciones de infelicidad cuando no logramos satisfacerlos.
No seríamos completos sin la tristeza, la libertad, el deseo.......
No seamos hipócritas, en realidad, todos deseamos la felicidad ajena para nosotros, y parafraseando aquel principio físico, recordemos, que la felicidad ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Por consiguiente, no te tomes la vida en serio, al fin y al cabo, no saldrás vivo de ella.

sábado, 14 de noviembre de 2009

A ti: por lo que pudo ser y no fue

Apenas transcurrieron unos minutos desde nuestro primer saludo y ya parecía que nos conociéramos de toda la vida. No importó la distancia, ni siquiera la aparente frialdad del teclado, pues ya nuestros corazones se mezclaban agitados por sentimientos comunes.
Quizás en ese momento debí decirte toda la verdad. La verdad era que me gustabas mucho y olvidé que el verdadero amor debe asentarse sobre pilares de acero y hormigón y un suelo de cristal.
Ayer me despedí de ti. Sin darme cuenta también dije adiós a una parte de mi.
Tuviste que ser tu, firme y milimétrica, quien dictara cada paso, ejecutando cada atisbo de esperanza, decidida hasta el final. Ayer me diste jaque y hoy elevo la categoría a mate.
JAQUE MATE.
Fin de la partida. Asistimos al final y sólo caben conjeturas, anécdotas y comentarios. En el tablero, las fichas quedan inmóviles y solo un rey reina majestuoso sobre 64 cuadrados. No hay vuelta atrás, sólo nos queda señalar lo que pudo ser y no fue; a uno, como bálsamo reparador, a otro, como ungüento cicatrizador. Victoria pírrica.
No te puedo guardar rencor. No podíamos ganar los dos.
Por eso, y por muchas cosas más, no puedes perder ni una lágrima por el camino. Hiciste todo lo que pudiste, aquello que te dictaba el corazón y lo que te aconsejaba la razón.
No quiero que te culpes de nada, no quiero que seas injusta contigo, no soporto que cercenes la ilusión que me enseñaste cada día. Puede que tu cabeza se haya quitado el lastre que suponía yo e imponga a tu corazón la disciplina para que sea feliz, acaso con esa felicidad fugaz e instantánea, terriblemente pasajera. Felicidad al fin y al cabo.
Me conformo con tu intento por ser feliz, eso es lo que podemos hacer todos.
Pausa.
Silencio.
Queda todo dicho menos adiós, solo cuando expire mi ultimo aliento me atreveré a pronunciarla.